lunes, septiembre 11, 2006

Laberintos Transparentes

Confesiones vampíricas que se convierten escalofríos por la espalda en una bonita noche de Luna llena. Teorías prácticas, practicas teóricas. Unas palabras adelantan ilegalmente a otras. La advertencia de la lujuria se vuelve más peligrosa conforme pasan los segundos convirtiéndose en una invitación a explorar los beneficios y maravillas de la libertad. El reloj da las cuatro, el repique de la campana me hace temblar. Guardo el sonido en un caja de música, miro la manivela plateada y la giro en sentido contrario. Admiro el vuelo del águila celeste que murmura presagios extraños... extraños pero positivos, y sorprendentes. Me asocio con los pensamientos vagabundos que rondan por los recovecos de cualquier puesta de sol y los hago permanecer inmóviles ante la adversidad. Los libros se abren al revés, y empiezan por el final. Todo parece que estuviera ordenado al borrarse los cuadrados azules, la tinta azul brilla más. La frontera de los márgenes del pasado y del futuro. La incoherencia coherente me hace caer en palabrerías que cobran un significado camaleónico pero todas las espirales acaban en el centro del laberinto. Saben donde está la salida y la evitan, pasean por habitaciones desconocidas buscando sabiduría. Personajes. Pinturas de colores. Pociones mágicas. Cuando se camina por encima de las paredes del laberinto, haciendo equilibrismo, no hay entrada ni salida, no hay siquiera laberinto... sólo hay lugares. Lugares en los que los vampiros dejan solo marcas en los espejos, lugares en los que el tiempo se detiene para que giren en el sentido contrario de la Tierra. No hay laberinto.