domingo, diciembre 17, 2006

Kysel I

Me hablaba de su abuela, de cosas que pasan o no pasan cuando llueve, del sonido de una guitarra, de como giraban las nubes dibujando formas extrañas... y todo parecía tan real. En el fondo lo era. Todos los dibujos existían y estaban allí guardados, en la vitrina. La vitrina estaba demasiado alta para que los estropeara el Sol que entraba a las primeras horas de la mañana cuando dibujaba el arco iris en la alfombra gracias a la refracción en uno de los pomos poliédricos del armario. De alguna manera, con esa mezcla de luces, todo parecía un sueño y hasta el vaho del aliento al respirar volvía el frío helador idílico. El viento se colaba por las rendijas de las puertas, era un sonido que se grababa en la memoria y que cualquier vaga similitud con el mismo en algún otro lugar hacía visualizar con absoluta nitidez esa luz tan peculiar. Nunca tocaba allí la guitarra porque hacía demasiado frío pero siempre iba allí a inspirarse en el reflejo de las vitrinas porque éstas tenían el pasado y el presente condensado. Y algo de futuro, tal vez. Porque en el diluir del presente aunque sea sin querer se filtran atisbos, o quien sabe si anhelos, de futuro. Como en los dibujos de la vitrina.